viernes, 26 de septiembre de 2014


Eclesiastés 3, 1-11 

Hay un tiempo para cada cosa 
y todo lo que hacemos bajo el sol tiene su tiempo.
Hay un tiempo para nacer y otro para morir; 
uno para plantar y otro para arrancar lo plantado. 
Hay un tiempo para matar y otro para curar; 
uno para destruir y otro para edificar. 
Hay un tiempo para llorar y otro para reír; 
uno para gemir y otro para bailar. 
Hay un tiempo para lanzar piedras y otro para recogerlas; 
uno para abrazarse y otro para separarse. 
Hay un tiempo para ganar y otro para perder; 
uno para retener y otro para desechar. 
Hay un tiempo para rasgar y otro para coser; 
uno para callar y otro para hablar; 
hay un tiempo para amar y otro para odiar; 
uno para hacer la guerra y otro para hacer la paz.

¿Qué provecho saca el que se afana en su trabajo? He observado todas las tareas que Dios ha encomendado a los hombres para que en ellas se ocupen. 

Todo lo ha hecho Dios a su debido tiempo y le ha dado el mundo al hombre para que reflexione sobre él; pero el hombre no puede abarcar las obras de Dios desde el principio hasta el fin.